Uno busca recoger lo que hay
La cita era a la madrugada del 6 de noviembre del 2023 en el parqueadero de las instalaciones de la Unidad de Búsqueda (UBPD) en Bogotá. Llegué y Amparo, la antropóloga que iba a liderar la comisión humanitaria en campo, ya estaba ahí. Al rato llegaron los demás compañeros y algunos familiares de la persona desaparecida. Hicimos un círculo y nos presentamos. Llegó el turno al hombre de barba que tenía al frente: ‘Me llamo Helmuth Santiago Angulo Castañeda y soy el hijo del señor que vamos a recuperar’. Helmuth es el hijo de Gerardo Angulo, un hombre de 68 años que la guerrilla de las FARC secuestró y asesinó en cautiverio en el año 2000. El 20 de octubre del 2021 la UBPD encontró y recuperó el cuerpo de la esposa de Gerardo, Costanza Castañeda, en un bosque de niebla en las montañas que rodean el municipio de San Juanito en el Meta. En esa ocasión no se pudo encontrar el cuerpo de Don Gerardo. Dos años y muchas averiguaciones después, la UBPD volvió a San Juanito en compañía de Helmuth, su primo Emerson, representantes de EQUITAS (el Equipo Colombiano Interdisciplinario de Trabajo Forense y Asistencia Psicosocial), un miembro de la Comisión Colombiana de Juristas (CCJ) y representantes de la Corporación Humanitaria Reencuentros integrada por firmantes del acuerdo de paz comprometidos con la búsqueda de los desaparecidos de Colombia.
En esa corta presentación hecha antes de salir hacia San Juanito, me sorprendió la seguridad de Helmuth: ‘...soy el hijo del señor que vamos a recuperar’. Con esa certeza arrancamos rumbo al Parque Natural de Chingaza cuya vastedad y hermosa desolación me hizo pensar en el mismo viaje que hicieron los abuelos Angulo en compañía de sus captores después de haber sido secuestrados en La Calera, un municipio en las afueras de Bogotá. Después de horas de recorrido por las trochas que atraviesan Chingaza, San Juanito nos recibió con los verdes cultivos de fríjoles que recubren las laderas de las montañas que rodean al pueblo. Almorzamos de afán y nos acercamos a la tarabita que cruza el cañón que separa al pueblo de la vereda San Roque, donde en los meses anteriores EQUITAS y la UBPD habían localizado dos posibles áreas de interés forense. Por la tarabita enviamos la cantidad de equipos, herramientas y maletas que le permitirían a un grupo de 15 personas acampar y trabajar durante 12 días. Nosotros seguimos a pie. Helmuth, su primo Emerson, el equipo de EQUITAS y el abogado de la familia Angulo, fueron los primeros en salir rumbo a la vereda. Todos menos Emerson, que por primera vez se unía a las labores en campo, habían recorrido varias veces la trocha que lleva hasta San Roque. A menudo solos, a veces en compañía de la Fiscalía que en el pasado estuvo a cargo de la búsqueda de la pareja. Últimamente, con firmantes del acuerdo que intentaron hacer memoria en medio de un bosque alto andino que en los últimos 23 años se ha transformado y vuelto a ratos indescifrable. Me fui detrás de los cinco. Caminamos durante más de media hora por un camino angosto y resbaladizo que nos hizo bajar hasta un puente suspendido sobre el río Guatiquía. Lo llaman ‘El Hamaca’ porque oscila cada vez que alguien lo cruza. De ahí yo seguí junto al equipo forense de la UBPD mientras Helmuth y los demás se quedaron en la hamaca esperando a unas mulas con las cuales hacer el resto del recorrido hasta la vereda.
Una vez cruzado el puente, el camino empieza a subir y el aire a escasear. Al equipo de la Unidad de Búsqueda le tomó algo más de una hora llegar hasta la casa de Doña Noemí y Don Tomás, una pareja de mayores que hace años hospedan y acompañan a los que suben a buscar a los desaparecidos. En los días que siguieron, alguien del equipo me contó el drama de los pobladores de ese cañón donde durante años mandó la guerrilla. Cuentan que veían a esa 'pobre gente', los secuestrados, pasar por esos caminos angostos y preguntan ellos qué hubieran podido hacer. El mismo comentario se lo escuché a Doña Luisa, una mujer que cuida un ex convento de los Monfortianos en el pueblo de San Juanito. Dice que un par de veces le tocó salir corriendo hacia Fomeque para que la guerrilla no se llevara a sus hijos adolescentes. Ella también habló de esa 'pobre gente' y de la impotencia de los pobladores.
El equipo de la UBPD saludó a Doña Noemí y siguió trocha arriba para montar sus carpas entre los cuartos, pasillos y la cocina de la casa de la difunta madre de la señora. Una casa a medio construir y sin luz que sin embargo sirvió para aguantar los aguaceros que acompañaron y entorpecieron los trabajos forenses durante toda la comisión.
En la Unidad la intervención del 2021 en San Juanito es contada casi como un gesto épico, una hazaña por muchos aspectos increíble. Había escuchado de esa comisión desde que entré a la Unidad de Búsqueda y me sorprendió ver esos paisajes que antes había divisado en los vídeos que circularon en ocasión de la recuperación de Doña Carmenza. Desde el primer día recordé los relatos de colegas que contaban de las dificultades para alcanzar los lugares de interés forense monte arriba, en medio de trochas inundadas de agua y fango. Las botas de caucho pesaban y me tallaban. Intenté 'amansarlas' con toallas higiénicas. La misma técnica utilizada por los guerrilleros que diseminaron el monte de toallas que desenterramos a lo largo de la comisión, junto a una gran cantidad de envueltos de plástico y latas vacías de comida. Vestigios indestructibles de la vida campamentaria a la cual durante meses fue sometida una pareja de ancianos.
En San Roque los días transcurrieron todos iguales entre largas caminatas para alcanzar el campo base desde donde explorar las áreas de interés forense, trabajos de limpieza, tala de árboles caídos, descapote del monte (literalmente, dejar pelado el suelo, removiendo el manto vegetal que lo cubrió en las últimas décadas) y excavaciones de pozos de sondeos cada vez que el detector de metales señalaba alguna anomalía. El chillido de ese aparato más de una vez nos hizo esperar que habíamos dado con el cuerpo de Don Gerardo que tenía una prótesis dental cuyo metal confíamos que delatara el cuerpo. Pero el chillido del detector no hacía sino delatar la resistencia de la basura al paso del tiempo.
El deseo y las expectativas eran tan grandes que en pocos días se abordaron dos polígonos muy extensos. Los miembros de la UBPD y de EQUITAS, acompañados por jornaleros de la zona guiados por Don Tomás, y los familiares de la pareja trabajaron sin descanso con la ilusión de poder bajar rápidamente a San Juanito con el cuerpo del abuelo. Sin embargo, los días se fueron sucediendo sin que ese anhelo compartido se transformara en realidad. La antropóloga decidió ampliar el área de prospección y solicitó a los trabajadores que levantaran la capa vegetal de un potrero colindante con el bosque de niebla. Mientras tanto Helmuth hablaba con John y Carlos de la Corporación Humanitaria Reencuentros y se colgaba del celular para confirmar con testigos lejanos las muchas teorías que desde siempre acompañaron el asesinato de sus padres. Que los ejecutaron juntos, que no los enterraron sino que los dejaron expuestos en el bosque mientras los guerrilleros huían frente al avanzada del ejército, que los asesinaron en otro lugar y los trajeron al bosque. Hipótesis, teorías, especulaciones. El 'yo no estaba, pero me contaron…' que dificulta la búsqueda. Los que compartieron cautiverio con los Angulo ya no están y varios de sus captores han muerto en combate o han sido asesinados en esta nebulosa época de post conflicto. Eso dificulta la búsqueda. Al paso del tiempo y las transformaciones propias de la naturaleza se les suman la incertidumbre del relato y las múltiples versiones de lo acontecido. Es casi como ir vendado por el monte esperando que un golpe de suerte permita encontrar lo que se busca.
Durante dos días se abrieron pozos de sondeo en el potrero y se volvió a confiar en el chillido del detector de metales. Pero seguíamos desenterrando basura. Al mediodía nos sentábamos debajo de una gran carpa de plástico en el campo base a comer el almuerzo que Víctor, el hijo de Don Tomás y Doña Noemí, subía desde la casa de su madre que durante esos días alimentó al equipo y la familia. La pausa del almuerzo casi siempre estuvo acompañada de lluvias torrenciales. No sé si haya una explicación meteorológica relacionada con la geografía del lugar, pero en San Roque generalmente de doce a dos llueve. Llega la neblina, la espesa vegetación de tunos, granizos, escobos, encenillos, chuntaros, palmas y helechos empieza a desdibujarse y cae el agua que hace crujir la atmósfera. Cuando la lluvia no era demasiado fuerte, el equipo se ponía sus capas, los trabajadores se amarraban bolsas de plástico en la espalda y todos volvían a raspar la tierra en busca de algún indicio.
La exploración del potrero no dio el resultado esperado, así que la antropóloga decidió volver a revisar el área donde en el 2021 se había encontrado a la abuela. Quizás que en ese momento no se nos haya escapado algo, dijo Amparo. Y añadió que la dificultad en el caso del abuelo no está sólo relacionada con la ausencia de fuentes primarias que puedan dar razón del paradero del señor, sino que todos los relatos coinciden en el hecho que Don Gerardo, al igual que su esposa, no fue inhumado en una fosa y eso reduce las posibilidades de conservación de un cuerpo. Los guerrilleros los abandonaron en superficie, medios cubiertos por el follaje. Los restos de Doña Carmenza estaban entrelazados con las raíces de un árbol que abrazó y, de alguna manera, protegió el cuerpo, dificultando las labores de recuperación del mismo que se demoraron dos días. Un cuerpo en superficie no sólo se degrada más rápidamente, sino que está expuesto al riesgo de ser atacado por animales carroñeros o arrastrado por las fuertes lluvias que crean pequeños riachuelos que corren cuesta abajo al interior del bosque.
El repaso del área explorada en el 2021 tampoco surtió los efectos esperados y, después de siete días de exploración, el 13 de noviembre Amparo dio por terminada la prospección intrusiva. Ese día Helmuth y sus acompañantes decidieron no subir al campamento donde se estaban llevando a cabo las actividades de exploración forense. Desanimados, emprendieron el camino de regreso a San Juanito para viajar a Bogotá al día siguiente. Esa mañana Helmuth me contó que se sentía con el corazón apachurrado y con un sentimiento de mucha culpa por no haber podido recuperar a su padre. Dijo que más de treinta familiares y amigos en Bogotá y por fuera del país estaban pendientes de esa recuperación y que había muchas expectativas que, según él, no había sido capaz de cumplir. El día anterior, ya desconsolado y adolorido, Helmuth se había unido al equipo buscador a eso del mediodía. Había subido sólo y nos había alcanzado en el campo base para agradecernos por el esfuerzo y el compromiso. Luego, guiados por Aleja de la UBPD, acompañamos a Helmuth y Emerson a rezar el rosario. Ese mismo rosario que, según muchos testimonios, Doña Carmenza recitaba todos los días de su cautiverio a eso de las 6.00pm. Lo recitamos muy cerca de donde ella fue encontrada, al lado de un pequeño altar que la familia construyó en su honor y donde una Virgen de la Rosa Mística (la Virgen de los secuestrados, según Helmuth) está rodeada de las fotos de la pareja y de la foto y el collar de Tormenta, una perra de la vereda que acompañó los trabajos de búsqueda en el 2021 y que este año le dejó la tarea a su hijo Otis que durante la comisión no se separó del equipo buscador. Hace algunos meses, Tormenta había llegado a Bogotá en compañía de los miembros de EQUITAS y la CCJ que, durante una visita previa al área de posible interés forense, la habían rescatado. Sin embargo, no sobrevivió a una cirugía realizada pocas semanas antes de esta última prospección en San Roque.
El 14 de noviembre el equipo de la UBPD se despidió de la vereda y caminó de regreso a San Juanito. El recorrido duró casi dos horas otra vez por caminos empinados y resbaladizos mientras la tarabita se balanceaba por encima del cañón transportando de vuelta equipos, herramientas y maletas. Fue un regreso silencioso, en parte sombrío. Nosotros, al igual que la familia, subimos a la vereda con mucha ilusión de poder recuperar al abuelo. Antes de despedirme, le pregunté a Helmuth que ahora qué seguía. Me contestó que en estas diligencias el corazón se arruga bastante pero que seguramente la búsqueda seguiría. Y añadió que la esperanza de todas las familias de los desaparecidos es encontrarlos con vida y poderlos disfrutar. Pero cuando no se puede, como en el caso de sus padres, "uno por lo menos busca recoger lo que hay".
Vídeo de la comisión de búsqueda realizada en Noviembre del 2023: https://youtu.be/IjK06IpYoQ4